¿Quién soy?
Tyrion Lannister tenía claro cuál era su papel en Juego de Tronos. Cuando su padre le reprocha su actitud, él afirma sin vergüenza alguna: “Es lo que hago: bebo y sé cosas”. Y reconoce algo más importante aún: “Nunca olvides lo que eres porque el mundo, desde luego, no lo va a olvidar. Úsalo, conviértelo en tu mejor arma y jamás será tu punto débil.” Sin embargo, solemos olvidar quiénes somos y qué es lo que mejor hacemos. Y, cuando llega un momento de adversidad como el que vivimos actualmente, sufrimos porque nos vemos obligados a iniciar el viaje incierto del cambio, sin saber quién somos ni lo que mejor hacemos.
Saber quiénes somos y qué es lo que mejor hacemos tiene que ver con nuestro talento, con nuestros valores, con nuestras fortalezas y debilidades, con nuestras creencias, con nuestras motivaciones y necesidades. Y, también con nuestro propósito o razón de ser, aquello por lo que vivimos. Es el conocimiento profundo de nosotros mismos el que nos puede aportar la serenidad para afrontar los momentos más adversos. Pero ¿cómo llegamos a saber quiénes somos y qué es lo que mejor hacemos?
Convertirnos en arrieros.
Podemos seguir el ejemplo de los “arrieros”. Los arrieros eran personajes del entorno rural que con sus mulas cargaban productos del campo y diversas mercancías para comercializarlas en otro lugar. Cuando afrontamos un cambio, por ejemplo, de trabajo, nos convertimos en “arrieros” mostrando nuestras mejores mercancías, es decir, el talento. Y éste tiene que ver con tres aspectos fundamentalmente: la maestría en saber de algo, las habilidades o competencias para relacionarnos y la capacidad de adaptación al entorno.
De hecho, los arrieros tenían que cumplir con estos tres factores para poder sobrevivir en un entorno hostil y adverso. Tenían la maestría para conocer las mejores rutas naturales y alcanzar así sus destinos sin sobresaltos ni imprevistos. Mostraban habilidad para relacionarse con las gentes de los pueblos a los que llegaban para poder vender sus mercancías. Y, además, necesitaban saber adaptarse a un entorno cambiante e imprevisible (tormentas, asaltos, disputas en ferias…).
Descubrir lo que hacemos bien.
Nadie duda del talento de Gasol, de Nadal o de Messi. Tampoco de Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci o Rafael. O de tant@s arquitect@s, cirujan@s, abogad@s, carpinter@s, enfermer@s, fontaner@s o taxistas anónimos que disfrutan de sus profesiones y son capaces de vivir de su talento en el desempeño de sus puestos. Pero qué sucede cuando llegados a una edad, todavía no hemos encontrado nuestro «elemento», como decía Sir Ken Robinson en su popular libro “El Elemento”. Pues que toca iniciar otro viaje hasta encontrar “la piedra filosofal”. Cada uno la suya.
Los alquimistas utilizaban un emblema, que se encuentra en la estrella de 7 puntas, llamado VITRIOL, “Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem”. Que podríamos traducir como: “Visita el interior de la Tierra y rectificando, encontrarás la piedra oculta”. Su significado invita a profundizar en nuestro interior para encontrar la sabiduría o nuestra mejor versión, aquello que nos permitirá saber lo que somos y descubrir lo que mejor sabemos hacer.
Las siete etapas del viaje.
Para llegar a alcanzar nuestra piedra filosofal, toca iniciar un viaje que podríamos dividirlo en siete etapas, al igual que los alquimistas buscaban transmutar el plomo en oro:
- La primera comienza con una actitud de búsqueda. Tiene que ver con la voluntad y la motivación por encontrar nuestra esencia o aquello que nos define y nos permitirá ser reconocidos por el mundo.
- La segunda tiene que ver con descubrir algo que se encuentra en lo profundo. Es necesario ver más allá de lo que vemos a primera vista. Necesitamos profundizar para descubrir algo que no está a la vista.
- La tercera se centra en la búsqueda interior. No es algo externo, ni tenemos que buscarlo afuera. Tiene que ver con cualidades o dones “dormidos” interiores.
- La cuarta exige un cierto nivel de autocrítica, que permita aprender de los errores cometidos. Si estamos perdidos, es necesario rectificar hasta encontrar el camino correcto. Y cada cual tendrá su propio camino.
- La quinta supone inventar o crear algo nuevo, desconocido. Y para ello es necesario realizar algún tipo de esfuerzo. Entran en juego valores como la disciplina, la perseverancia, la constancia y también la creatividad.
- La sexta consiste en acceder a lo oculto, lo que no está visible. Y para ello es necesario estar preparado. Lo oculto sólo está visible para quien se ha preparado y lo ha buscado.
- La séptima permite descubrir la piedra filosofal. Aquello que nos permite diferenciarnos y ser plenamente reconocidos.
“Dios tenga misericordia del hombre que duda de lo que está seguro.»
(Bruce Springsteen)
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