¿ESTÁS DÓNDE QUIERES ESTAR?
Sí eres honesto…
Es probable que, sí lees esto mientras estás trabajando en algo que no te gusta o tienes un jefe que te putea o estás en un ambiente de mierda, contestes que no. Sí estás pasando por un momento complicado a nivel sentimental, o las cosas no te van bien en el plano económico, también responderás que no. Incluso, peor aún, sí estás pasando por una grave enfermedad, la respuesta será inmediata. El trabajo, la salud, el dinero, el desamor, las relaciones… son los ejes sobre los que se mueve nuestra vida. Y cuando hay alguno de ellos que no va como nos gustaría, preferiríamos estar en otro lugar diferente.
Pero, tampoco hay que ponerse demasiado dramático, porque cualquier persona, sean cualesquiera que sean sus circunstancias, estará viviendo algún tipo de conflicto. Unos lo reconocerán y otros les costará más identificarlo, pero algo hay. Porque los conflictos son inherentes al ser humano y a las relaciones que establecemos con otros o con nosotros mismos. Así que, probablemente, la respuesta que daría cualquiera de nosotros sería que “no estamos en el sitio que queremos estar”, si somos honestos y sinceros con nosotros mismos. Ahora bien ¿tenemos alguna solución?, ¿hay alguna salida para resolver nuestros males?
Buscamos la receta fuera…
Cuando vivimos alguna situación así, la reacción inmediata es hacer algo, intentando solucionar el conflicto. Nuestro ego comienza a buscar soluciones, intentando tomar el control de la situación. Intentamos escapar del lugar en el que nos encontramos, porque no nos gustan los conflictos, sean del tipo que sean. ¿Cómo? Solicitamos la receta al especialista de turno o en el que más confiemos o creamos: médicos, especialistas, terapeutas, psicólogos, coaches, consultores, mentores, sacerdote, familiares, amigos…
Pero rara vez acudimos a nosotros mismos. Ni nos escuchamos, ni nos preguntamos que está sucediendo, o para qué está sucediendo eso que nos ocurre. Buscamos la salida fácil, aquello que nos permita salir del paso, y evitar el dolor o el sufrimiento que nos esté produciendo el conflicto al que nos enfrentemos.
Sin embargo, probablemente, la solución no esté en desear estar dónde nos gustaría estar, sino abordar lo que nos sucede e indagar qué hay en ese conflicto, cuáles son las causas profundas, a través de preguntas incómodas y una observación atenta y rigurosa. Y, posteriormente, hacer determinados cambios, quizá dolorosos y difíciles, pero necesarios.
Describe, explora, excava y profundiza
Cuando queremos resolver una situación que nos agobia, lo primero que deberíamos hacer es adoptar una actitud mental completamente diferente a la que la razón nos aconseja. Queremos salir corriendo, porque nuestro ego nos dice que nos larguemos a de ahí. Pero probablemente, haya que mantener la calma y continuar estando ahí para observar y describir con detalle qué está pasado con lo que hay a tu alrededor (cómo son tus relaciones, tu trabajo, tu salud, etc). Y darte cuenta de cómo estás percibiendo esa realidad que te rodea. Eso significa, explorar qué explicaciones estás dando a lo que te sucede, qué historias te cuentas, qué causas externas crees que están provocando lo que vives.
Sin embargo, lo que no entendemos o nos cuesta reconocer es que la causa de lo que me pasa no está fuera, sino dentro de mi. Ahí es dónde hay que excavar, en nuestro interior, en nuestro iceberg. Esa realidad que vivo está hablando de mi, de algo que necesito sanar, aprender o transcender. Entender que hay un significado de cada hecho que va dirigido directamente a mi. Y, cuando me he dado cuenta de eso, profundizar y preguntarme cómo podría ver las cosas desde otro lugar. Lo que inevitablemente, me llevará a cambiar determinadas creencias o puntos de vista. Quizá, esa sea la única forma de salir del victimismo, de echar la culpa a otros de nuestra situación, y reconocer nuestra responsabilidad en aquello que me pasa.
Cuando el conflicto es indisoluble…
Hay situaciones que nos ponen entre la espada y la pared. Son conflictos sin solución, donde hagamos lo que hagamos, vamos a hacer(nos) daño. O situaciones en las que, aunque haya cambios, la realidad no cambiará de la noche a la mañana. Son esas situaciones desesperadas, en las que no sabemos qué hacer, ni qué camino tomar… En las que no nos queda más remedio que rendirnos y aceptar que las cosas son como son. Porque, aunque creamos que podemos conseguir lo que queramos o que la vida siempre colmará todos nuestros deseos, la Vida tienen sus propios planes.
Entonces, ¿qué hacemos en esos momentos? Aceptar lo que hay y rendirnos. Rendirnos a Algo Superior a nosotros. Algo que sabe más que nosotros o nuestro ego. La doctora Marie-Louise von Franz lo expresa así: “En lenguaje religioso, la situación sin salida obliga al individuo a confiar en un acto de Dios.” Esto nos lleva a aceptar la paradoja de que hay “Algo” mayor que nuestro ego y, ese acto de aceptación y rendición, se produce cuando sentimos que ya no podemos seguir luchando. Cuando dejamos nuestra voluntad en manos de la Voluntad de Dios (que cada uno le ponga el nombre en lo que crea).
“El ego no puede hacer más, debe esperar lo que es superior a él.”
(Robert A. Johnson)
Sí deseas recibir más información acerca de los Servicios de Coaching y Soluciones de Formación, contacta conmigo.