Idealismo frente a pragmatismo
La Historia de la Filosofía ha estado presidida por la dicotomía entre dos de los más grandes filósofos helenos. El idealismo de Platón frente al pragmatismo de Aristóteles. Platón nos enseña la importancia de tener ideales, mientras que Aristóteles nos recuerda la necesidad del pragmatismo en los asuntos terrenales. Esta dicotomía se ha trasladado a diversos campos, como la política, la economía o el fútbol. En éste terreno se materializa en el eterno debate entre “jugar bien en base a unos ideales futbolísticos que conduzcan a la victoria” o “ganar como prioridad absoluta, más allá de la idea o de la belleza con la que se juegue”. Idealismo frente a pragmatismo. Pero cómo conciliar ambas propuestas en un momento de cambio.
En un mundo en el que priman los resultados, tanto en el fútbol como en el mundo de la empresa, “ganar es todo”. Y en tiempos de crisis como los actuales, mucho más. Sin embargo, cuando se deja de ganar, cuando los resultados no llegan, el debate se convierte en una conversación esquizofrénica intentando resolver la cuadratura del círculo que nos lleve de nuevo a la senda de la victoria. Es ahí cuando palabras como cambio, transformación, evolución o adaptación se convierten en el tema estrella, intentando conciliar idealismo y pragmatismo.
Y en eso, anda hoy uno de los grandes transatlánticos del fútbol europeo, que en otro tiempo no muy lejano fue la envidia del universo futbolístico, el FC Barcelona. Después de la enésima decepción europea son muchos los que se plantean cómo debe encarar el actual momento de cambio el equipo culé. ¿Guiarse por el idealismo basado en la esencia del “cruyffismo” o virar hacia el pragmatismo de un fútbol más físico que impera en la actualidad (Bayern, PSG…) para volver a la senda de la victoria? Esa es la cuestión de fondo, aunque pocos osen plantearla abiertamente.
Cambiarlo todo para que nada cambie.
Esta frase es la esencia del “gatopardismo” y proviene de la novela “El Gatopardo”. En ella se simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos gobernantes de la isla. Pero también la intención de la aristocracia de aceptar la revolución unificadora para poder conservar su influencia y poder. Y esto, es lo que ha ocurrido en el club azulgrana en los últimos años. Sus dirigentes en los últimos diez años querían que todo siguiera igual, pero necesitaban que todo cambiara. Y, así fue. Lo cambiaron todo, intentando que nada cambiara. Pero en el camino, tocaron lo que nunca se debe cambiar, máxime cuando ha funcionado y es lo que te ha encumbrado: la esencia, la idea, el modelo. Y, obviamente, cuando tocas la esencia, todo cambia.
Uno de los errores más comunes, cuando vemos un partido de fútbol, es pensar que este juego es sencillo. Valoramos que sí tienes a buenos jugadores con calidad exquisita y, además, cuentas con el mejor jugador del mundo, vas a ganar seguro y te mantendrás en la cima. Error, porque el fútbol es mucho más que un deporte en el que once jugadores se juntan para dar patadas a un balón y meter gol en la portería contraria. Es un juego complejo jugado por seres complejos y contra otro equipo que quiere hacer exactamente lo mismo, ganarte en base a su idea, que no tiene porque ser igual que la tuya. Por eso, mantener la idea es tan difícil. Porque los otros equipos también juegan, te conocen y juegan sus cartas. Hay que saber cómo mantener la idea, mientras el fútbol evoluciona. Algo que también sucede en cualquier ámbito de la vida: ¿cómo mantener la esencia en los momentos de cambio?.
Eclecticismo.
Hoy, existe la tendencia a cambiar todo cuando las cosas no van como queremos que vayan. El cambio rápido y acelerado lo impregna todo, convirtiendo lo actual y presente en algo efímero que se desvanece con rapidez. Zygmunt Bauman lo llamó «sociedades líquidas» para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez del cambio ha debilitado los vínculos humanos. El universo futbolístico también se ha visto afectado por este cambio acelerado. En los últimos años, el fútbol ha evolucionado hacia propuestas futbolísticas como la Francia que ganó el último Mundial, el Liverpool de Klopp o el incipiente dominio de equipos que despliegan todo su potencial físico como sí fueran atletas (Bayern Munich o PSG). Esta evolución ha puesto en duda el “modelo Barça”, basado en el juego de posición con el que equipos y selecciones dominaron el universo futbolístico durante una década (2008-2018). ¿Tiene todavía vigencia ese modelo o hay que evolucionar hacia un juego más físico protagonizado por atletas de primer nivel? ¿Hay que cambiar o hay que ser fiel a la idea? ¿Pragmatismo, idealismo o hay una tercera vía?
Conviene recordar al filósofo racionalista por excelencia, Immanuel Kant, quien fue despertado del “sueño dogmático en el que estaba” cuando conoció la obra del empirista David Hume. Éste le obligó a replantearse su racionalismo estricto, construyendo un sistema que verdaderamente conciliara racionalismo y empirismo. Cuenta Martí Perarnau en su libro Metamorfosis, como Guardiola en su paso por el Bayern Munich decidió salir de su propio dogma de juego aprendiendo conceptos del fútbol alemán e incorporándolos a su idea futbolística. Por dos razones: porque no tenía los jugadores precisos para reproducir con exactitud el “modelo Barça” y porque sus nuevos jugadores le ofrecían nuevas posibilidades. Guardiola giró hacia el eclecticismo, que consiste en conciliar puntos de vista discordantes por medio de la adopción selectiva de elementos que los componen, y construir con estos un sistema más o menos consistente.
Adaptación sin perder la esencia.
En suma, al igual que Kant, Guardiola también salió del “sueño dogmático” para evolucionar y adaptarse a un nuevo contexto. No descartó sus convicciones, pero no se aferró a ellas, para no convertirse en convicto de sus propias ideas. En realidad, ante cualquier situación de cambio, debemos entender que el reto no está en mantener las convicciones e imponerlas a cualquier precio. Sino más bien analizar, revisar, corregir y perfeccionar nuestras convicciones, adaptándolas al nuevo contexto. Un rasgo que Guardiola ha mantenido también en el Manchester City, hoy líder indiscutible de la Premier League y en la que va camino de ganar su tercer título en 5 años.
Sin embargo, hay una esencia innegociable basada en el juego de posesión y que ha caracterizado a todos sus equipos. Como escribe Ramón Besa, “no se trata de contar con un equipo de atletas imparables, sino que los jugadores hagan correr el balón a una velocidad difícil de defender, la recuperen como si fueran un enjambre de abejas y no paren de picar durante todo el partido”. Esa es la esencia que permitía que el FC Barcelona recuperara inmediatamente el balón cuando lo perdía practicando una presión asfixiante de medio campo hacia arriba. O tener posesiones eternas con sentido, generando oportunidades al encontrar el espacio donde hacer daño. Pero ¿cómo se mantien esa esencia en un entorno cambiante que exige una continua adaptación?
Sí cambias la esencia cambias la identidad.
Hoy se debate con pasión cuál debe ser, el camino a seguir para volver a la senda del triunfo. Más allá del cambio de jugadores o entrenadores, la clave es no tener dudas en lo que es innegociable: la esencia. Pero claro, en los momentos de incertidumbre o cuando las cosas no salen como queremos, es cuando aparecen las dudas que nos confrontan con una realidad innegable, los malos resultados. Es ahí, donde aparecen las urgencias y el nerviosismo que normalmente conduce a tomar decisiones erróneas asociadas al cambio. Y la única vacuna contra eso es tener confianza absoluta en aquello en lo que se cree, en la esencia, la idea o el modelo que te llevó al éxito. Y seguir apostando por eso, incluso en las derrotas. Como le ha sucedido al City, cuando hace unos meses se debatía entre el fin del proyecto y la renovación absoluta del equipo. Sin embargo, el entrenador tuvo la confianza del equipo directivo, apoyándole sin fisuras hasta el punto de renovar su contrato.
En mi opinión, perseverar en la esencia es el camino, más allá de si se gana o se pierde. Pero perseverar en la esencia significa ir a la esencia de verdad. Lo que implica rescatar “eso” que es innegociable, cueste lo que cueste. Y a la esencia se llega trabajando. No hay atajos, el esfuerzo es innegociable, dando por descontado la calidad futbolística de los jugadores. El éxito viene cuando se trabaja duro. Lo que llevó al Barça de Guardiola a la excelencia fue un trabajo obsesivo, materializado en planes y sistemas que se repetían diariamente. Esos automatismos tan difíciles de instaurar en un equipo y que maravillaban a cualquiera que le gustara este deporte, no se consiguen de la noche a la mañana. Exigen tiempo, trabajo y, obviamente, calidad. Por eso, el balón corría a la velocidad que lo hacía y era inalcanzable para jugadores atletas o equipos muy físicos.
And last but not least: ORDEN
Sin embargo, la esencia se perdió hace muchos años. Por cansancio, por pereza, por falta de trabajo, por falta de autocrítica, por envejecimiento de la plantilla, por falta de jugadores adecuados… Y también porque alguien por negligencia o intentar saldar cuentas con el pasado decidió traicionar el modelo, generando un desorden que dio al traste paulatinamente con todo. El orden y la jerarquía es una de las leyes sistémicas que gobiernan cualquier sistema (familias, equipos, empresas, organizaciones, etc). Ese desorden que ha imperado en los últimos años en el FC Barcelona proviene del no cumplimiento de esta ley. Cuando no hay claridad en los roles que ejerce cada agente dentro del sistema, éste entra en caos. En un sistema donde el orden jerárquico (presidente, director técnico, entrenador y jugadores) no se respeta, las pequeñas cosas se convierten en problemas, como dijo hace unas semanas, uno de los jugadores con más peso de la plantilla.
En una organización, empresa, equipo o familia dónde hay orden, hay claridad. Las funciones están claramente definidas y establecidas. El orden es fundamental para el desarrollo del liderazgo. Un equipo sin orden es un equipo donde no hay liderazgo. Y el liderazgo es imprescindible para tomar decisiones valientes y arriesgadas en momentos de cambio, así como para saber decir no o fijar límites. En este club ha faltado y falta orden, jerarquía y liderazgo. Por ejemplo, para apostar por la esencia y poner aquellas personas adecuadas. Personas con experiencia para ejecutar y materializar lo que se quiere hacer y tener claro para qué se quiere hacer, es decir, el propósito. Porque esto es lo que ayuda a saber por qué se pierde, después de haber entendido por qué se gana, tal y como hizo Guardiola siguiendo los pasos de Cruyff, el “Platón” del “modelo Barça” que reinó en Europa hace diez años.
“La sabiduría es el arte de distinguir entre lo que podemos cambiar y lo que no.”
(Marco Aurelio)